Febrero Victorioso, un capítulo sombrío de la historia checoslovaca (Vítězný únor, ponurá kapitola československé historie, 2018)

Připravila Tereza Kalkusová.

Natočeno 2018. Premiéra 24. 2. 2018 (ČRo Radio Praha en español, 25 min).

Lit.: Kalkusová, Tereza: Febrero Victorioso, un capítulo sombrío de la historia checoslovaca. In web ČRo Radio Praha en español, 24. 2. 2018 (článek + nahrávka k poslechu). – Cit.:  Chequia recuerda el 70 aniversario de los sucesos nefastos de 1948, cuando el régimen comunista acabó con la democracia.

 El 25 de febrero de 1948 los comunistas checoslovacos tomaron el poder, sumiendo al país durante más de cuatro décadas bajo la dictadura del proletariado. El Febrero Victorioso, como lo denominó posteriormente el gobierno comunista, fue un cambio que de nuevo quebró la historia de la entonces joven nación.

La época entre 1945 y 1948 se caracterizó en el país checoslovaco por el afán de superar las consecuencias de la guerra, ajustar cuentas con los alemanes y por volver al modelo democrático de inicios del siglo. En el año 1946 tuvieron lugar las primeras elecciones de posguerra en las que ganó el Partido Comunista de Checoslovaquia (KSČ) con un 38%. Conforme al resultado los comunistas ocuparon el cargo de primer ministro, tomado por Klement Gottwald y posiciones estratégicas como los puestos de ministro del Interior, de Agricultura y de Información. A partir de ese momento, instruidos desde Moscú, aguardaban la ocasión extendiendo poco a poco su poder también en las estructuras policiales y en el ejército, o creando dentro del partido una sección especial cuyo objetivo era obtener información sobre los miembros de otras funciones políticas.

“Existía información acerca de lo que había pasado en la Unión Soviética antes de la guerra, pero en primer lugar, esta información no era tan compleja como la que tenemos hoy, y en segundo, por parte del público fueron entendidas de una forma simplificada. Una de las explicaciones era, por ejemplo, que Stalin al fin y al cabo tenía que deshacerse de los más radicales, o que el número de ejecutados no era preciso. Una interpretación aún más simple era eso de que no se puede hornear un pastel sin romper algunos huevos, esa fue la frase preferida también después de Febrero del 48”.

Como sigue explicando Vít Smetana, el hecho de que la Unión Soviética liberara Checoslovaquia fue decisivo.

Checoslovaquia entre Londres y Moscú
Tras la ocupación nazi, el presidente checoslovaco Edvard Beneš creó el gobierno en el exilio en Gran Bretaña, desde donde organizó la resistencia antinazi, y al otro lado de Europa, en la Unión Soviética, se instaló, con el mismo propósito, otro bando de exiliados, esta vez comunistas, encabezado por Klement Gottwald. Este hecho, junto con la posición geográfica de Checoslovaquia, ya anunciaba dos tendencias irreconciliables que iban a tensar la política del país centroeurope. La conferencia de Yalta (1945), organizada poco antes del fin de la guerra, definió el rostro de la Europa de posguerra para más de cuatro décadas, y anticipó lo que años después se haría realidad: el telón de acero partiría el continente en dos esferas de influencia – la de este y oeste, dando paso así al conflicto denominado como Guerra Fría. Iósif Stalin prometió no intervenir en los asuntos interiores de los países liberados del yugo nazi, cosa que nunca llegó a cumplir, y aunque el Ejército Rojo se marchó de Checoslovaquia inmediatamente tras la liberación, el territorio había caído ya meses antes en la esfera de influencia de la Unión Soviética.

“La Unión Soviética estaba a los ojos de muchos, desde luego que no de todos, exculpada gracias a su heroica victoria sobre el nazismo, la gente tenía una experiencia directa con el nazismo. Así la situación se extrapoló. El nazismo contra el comunismo y el último triunfaba y era visto como algo más benéfico para Checoslovaquia, ya que no limitaba su existencia nacional o estatal”.

“La Unión Soviética estaba a los ojos de muchos, desde luego que no de todos, exculpada gracias a su heroica victoria sobre el nazismo. El comunismo era visto como algo más benéfico para Checoslovaquia, ya que no limitaba su existencia nacional o estatal”.

La sociedad de posguerra, arrancada de sus raíces y empobrecida, se dejó llevar por el discurso populista del partido comunista, que subrayaba sobre todo la reforma agraria y que ya antes había nacionalizado la industria y la propiedad de los alemanes que vivían en el territorio de Bohemia, que luego repartió entre campesinos pobres.

Además, obtuvo votos de organizaciones obreras que apoyaba activamente. Debido al trauma de la ocupación nazi las ideas izquierdistas se hicieron muy populares, junto con el énfasis en la unidad nacional y la nacionalización de bienes, lo que condujo a la centralización del poder en manos del estado, factor que más tarde facilitaría a los comunistas la toma del poder.

La democracia liberal perdió brillo ante la brutal muestra de poder del régimen autoritario nazi, bajo cuya sombra parecía ser insuficiente y demasiado débil. Gottwald, además, en sus discursos acentuaba más que una revolución socialista o comunista, una revolución nacional y democrática.

Terminada la guerra, fueron prohibidos todos los partidos políticos que habían contribuido a la radicalización que llevó más tarde al terror nazi. Solo quedaron cuatro, que formaron el llamado Frente Nacional (Národní Fronta): el Partido Comunista de Checoslovaquia (KSČ), el Partido Nacional Socialista Checoeslovaco (ČSNS), el Partido Popular Checoslovaco (ČSL) y el Partido Social Democrático Checoslovaco (ČSSD). La reducción de la competición política y prácticamente la inexistencia de una oposición fuerte fueron otros de los factores que abrieron paso al cambio de régimen.

La crisis del Gobierno, un callejón sin salida

El creciente poder de los comunistas desencadenó una serie de acontecimientos que culminaron con el llamado Febrero Victorioso, que data del 20 al 25 de febrero de 1948. El 10 de septiembre de 1947 recibieron tres ministros de partidos no comunistas paquetes que llevaban dentro explosivos, pero al final nadie salió herido; existen pruebas de que durante el mes de septiembre el Partido Comunista estuvo en contacto con Moscú y recibió instrucciones para acelerar el proceso de la toma del poder. La sustitución de personas en las estructuras policiales por otras fieles a los comunistas supuso la última gota que colmó el vaso. Este hecho por fin hizo sonar la alarma de las fuerzas democráticas y el 13 de febrero el gobierno aprobó una resolución que obligaba a los comunistas a cancelar los cambios. Sin embargo, estos se negaron a ocuparse del asunto, con lo cual estalló una crisis del Gobierno, cuando los diputados de dos partidos no comunistas no tomaron parte ese día en la reunión y amenazaron con presentar la dimisión.

Gottwald aprovechó y se presentó ante el presidente Beneš para informarle de que los partidos no comunistas querían romper el Frente Nacional y el sistema democrático del país. El 20 de febrero, 13 miembros de partidos no comunistas de un total de 28 ministros presentaron la dimisión, pero sin previa consulta con el presidente. Además, no se aseguraron del apoyo de dos ministros más para contar con la mayoría.

Los comunistas sintieron su oportunidad. Gottwald le pidió a Beneš que aceptara las dimisiones, porque según las leyes de entonces, sin la mayoría, el proceso habitual era que el primer ministro propusiera a los sustitutos. Beneš aún dudaba. Hay incluso evidencias de que los comunistas ejercían presión sobre el jefe de Estado, como nos contó el historiador Vít Smetana.

“Existen testimonios de que Gottwald respondió a la pregunta de Beneš ‘¿Y si no la firmo?‘, que en ese caso estaría presente el ejército soviético, lo cual fue una pequeña advertencia. Aunque del territorio checoslovaco se había retirado ya en diciembre de 1945, se distribuyó en la zona de ocupación soviética y en el área de alrededor: en Polonia, Hungría, y en parte de Austria, es decir, rodeaba a Checoslovaquia desde tres lados”.

Los comunistas mientras tanto convocaron manifestaciones y las organizaciones obreras presionaron al presidente mandándole peticiones para que aceptara la propuesta de Gottwald y que así cumpliera la voluntad del pueblo. Los comunistas intensificaron su esfuerzo: repartían armas a las milicias populares, formadas por civiles comunistas, que se movían libremente por las calles de Praga, realizaban inspecciones en las secretarías de los partidos no comunistas y arrestaban a sus detractores. Diez mil estudiantes expresaron el 23 de febrero su apoyo al presidente en una manifestación en el patio del Castillo de Praga. Un día después dos periódicos no comunistas no pudieron editarse y la sede de uno de los partidos no comunistas fue ocupada y obligada a colaborar.

Gottwald convocó una manifestación en el centro de Praga en la Plaza de Vencelao y mientras tanto Beneš aceptó las propuestas del primer ministro, a pesar de que dos ministros más habían presentado su dimisión. Al mismo tiempo transcurría la segunda manifestación con el fin de apoyar a Beneš, con unos 5 000 estudiantes, periodistas y profesores universitarios, que subía al Castillo de Praga, sin saber que la dimisión ya había sido aceptada. Los manifestantes fueron agredidos por las milicias populares y la policía, que estaba ya bajo el control de los comunistas. Vladimír Sekanina, que en aquel entonces era estudiante universitario y que más tarde fue expulsado y encarcelado por el régimen por tomar parte en la protesta, recuerda lo ocurrido.

“Cerca de mí había un colega de la Universidad de Agronomía que al final resultó herido por un disparo. Allí nos hicieron parar, varias veces cantamos el himno nacional y después ya ni eso servía, simplemente empezaron a disparar”.

František Šedivý, también estudiante universitario, quien llegó a la manifestación entre los últimos, resume las causas que le hicieron participar en el movimiento.

“Tomé parte en esa manifestación, porque yo mismo era miembro del Partido Nacional Socialista, miembro del Sokol, y contra el comunismo, que iba ganando fuerzas, tenía muchas, muchísimas objeciones, sabía mucho acerca de cómo el comunismo, o mejor dicho el bolchevismo, se efectuaba en Rusia”.

Mientras tanto Gottwald se trasladó a la manifestación en la Plaza de Venceslao para dar su discurso más conocido y citado ante una muchedumbre exaltada. Con ello la toma de poder por los comunistas fue llevada a cabo.

“Ciudadanos, ciudadanas, camaradas. Acabo de volver del Castillo, de la reunión con el presidente de la república. Hoy por la mañana le entregué al presidente de la república la propuesta de aceptar las dimisiones de ministros, que fueron presentadas el 20 de febrero de este año. Al mismo tiempo le propuse al presidente una lista de personas, con las que el Gobierno se reconstruiría. Les puedo comunicar, que el presidente, tal y como las presenté, aceptó todas mis propuestas”.

“Nosotros creíamos que ese sistema no iba a durar mucho tiempo, que daba igual si a uno le condenaban a 25 o 5 años de prisión, porque pensábamos que el régimen no aguantaría más de cinco años”.

El 11 de marzo, un día después de la extraña muerte de uno de los ministros no comunistas, fue confirmado el nuevo Gobierno. El 9 de mayo Beneš se negó a firmar la nueva constitución, que a pesar del hecho entró en vigor. El 30 de mayo tuvieron lugar las elecciones, que ni eran confidenciales, ni se permitían elegir partidos. Fue presentada solo una lista dada con los candidatos propuestos por los comunistas. Quien no estuviera de acuerdo con esta opción, podía meter en la urna una papeleta electoral blanca, con lo cual se aseguraba la persecución por parte de los órganos estatales.

El 2 de junio presentó su dimisión Evard Beneš y poco después murió. El proceso de la toma de poder conluyó con el nombramiento de Gottwald como presidente el 14 de junio.

Tras la toma del poder

El paso brusco de la democracia al totalitarismo afectó a la sociedad en su totalidad. Los llamados Comités de Acción (Akční výbory) la “limpiaban” de las personas no comunistas: cualquiera que se opusiera al régimen era encarcelado o expulsado del trabajo. Se crearon campos de trabajos forzados, estudiantes y profesores fueron echados de las universidades y la propiedad privada fue nacionalizada. La gravedad de la situación se hizo evidente con los procesos políticos contra personas antes activas en la vida pública. Ese fue el caso de Milada Horáková, política y abogada, que para expresar su desacuerdo, renunció a su mandato como diputada. El hecho de que fuera una persona respetada, que ya había participado en la resistencia antinazi, y que no quería someterse al cambio de régimen, llevó a los comunistas a encelarla y torturarla con el fin de que declarase su error al oponerse al régimen. Aunque sus carceleros no lograron quebrantarla, debido a algunas declaraciones forzadas fue sentenciada a muerte por conspiración y alta traición al Estado.

Milada Horáková se convirtió así en el símbolo de la resistencia contra el régimen comunista. La revolución devoró también a sus propios hijos: tras un proceso que no fue sino un montaje fue ejectutada más tarde la mano derecha de Gottwald, el comunista Rudolf Slánský.

Uno de los que vivieron los impactos turbulentos del régimen fue también František Šedivý, hoy presidente de la Confederación de Presos Políticos, quien fue encarcelado por fundar en la universidad una asociación anticomunista y sentenciado a 14 años de prisión y trabajos forzados poco antes de casarse. Además ayudó a una persona a pasar la frontera y escapar del país.

Dos veces durante su prisión fue anunciada la amnistía, pero a él no le fue concedida. František Šedivý describe los momentos más difíciles de su vida.

“Tres momentos en mi vida en esa etapa, en primer lugar la detención, luego la amnistía, eso fue un momento muy duro y después me tocó vivir la muerte de mi madre, eso fue otro momento muy difícil. Luego en lo demás, yo ya ni tenía interés, ya no tenía por qué tener prisa, lo que siguió ya casi ni dolía. Bueno, por supuesto cuando le tenía que dar adiós a la muchacha, pero eso fue un dolor de otra índole. Íbamos a casarnos en cuanto acabara la universidad, es decir al cabo de un mes, ya teníamos los anillos, los muebles, pero todo eso se echó a perder. Fue un amor muy grande, una muchacha muy guapa, pero no sirvió de nada”.

František Šedivý nunca pensó en la emigración, ya que su hermano menor se fue al extranjero en los primeros años y su madre estaba enferma. En cuanto a su posterior encarcelación, habla sobre las expectativas de la gente.

“Nosotros creíamos que ese sistema no iba a durar mucho tiempo, que daba igual si a uno le condenaban a 25 o 5 años de prisión, porque pensábamos que el régimen no aguantaría más de cinco años”.

Los historiadores no son capaces de determinar el número exacto de personas que se vieron afectadas por el cambio de régimen, pero aproximadamente se trató de dos millones de víctimas, incluyendo los familiares de los afectados. Entre 300 y 400 mil personas se exiliaron, varias decenas de miles fueron encerradas en campos de trabajos forzados. El historiador del Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios (ÚSTR) Petr Blažek añade más información al respecto.

“Las estadísticas dicen que por razones políticas fueron ejecutadas 250 personas, entre ellas exrepresentantes del régimen comunista, como Rudolf Slánský, o representantes de la Policía comunista, la Seguridad Estatal. Unos mil presos murieron en las cárceles, sobre todo durante los años 50, cuando las condiciones eran muy duras. Centenares de personas fueron fusiladas en la frontera, o las mató la corriente eléctrica que circulaba por las vallas que servían de barrera contra la emigración, algunas fueron asesinadas mediante explosivos, se estima que 30.000 personas fueron echadas de sus tierras en el campo”.

Las causas del 48

Desde la perspectiva actual resulta increíble que los comunistas fueran capaces de tomar el poder en un estado donde la democracia más o menos funcionaba. La mayor pregunta que se viene a la mente es, si, los que pudieron evitar la situación –el presidente y los ministros no comunistas–, hicieron todo lo posible. El presidente podía haber rechazado la dimisión, o aceptarla, pero a la vez insistir en que se estableciera un gobierno provisional y que se convocaran elecciones anticipadas. Las próximas tenían que transcurrir en abril de 1948, cosa que preocupaba a los comunistas ya que su apoyo disminuía. Su margen de actuación fue, sin embargo, restringido, por el hecho de que la dimisión no fue presentada por la mayoría de los ministros.

Beneš, quien se vio obligado a aceptar en el año 1938 el tratado de Múnich, que fue firmado por Francia y Gran Bretaña, sin contar con Checoslovaquia y que condujo el país a las garras de la ocupación nazi, no tenía una total confianza en los países de Europa occidental, a pesar de que sus opiniones políticas coincidían con las del oeste.

Esta experiencia, grabada profundamente en la memoria del país, les impedía a las élites políticas adoptar una actitud clara, para así lograr salir de la esfera de influencia soviética. El mismo Beneš creía de una forma ingenua que Checoslovaquia podría convertirse en el puente entre el este y oeste. Además todo era aceptable menos sumir al país otra vez en los abismos de la guerra.

“Las estadísticas dicen que por razones políticas fueron ejecutadas 250 personas. Unos mil presos murieron en las cárceles, sobre todo durante los años 50. Centenares de personas fueron asesinadas en la frontera, unas 30.000 perdieron sus tierras en el campo”.

El historiador Vít Smetana habla sobre el presidente y su vejez y ve más responsabilidad por parte de los ministros, ya que muchos de ellos durante la crisis del Gobierno no se daban ni cuenta de lo grave que era la situación y se fueron de Praga para el fin de semana. Cuando volvieron, sus secretarías ya estaban ocupadas por los comunistas.

“Se trataba de un hombre viejo y enfermo, eso lo sabemos por las personas que estaban en contacto con él. A inicios de julio del 47 había sufrido un derrame cerebral, entonces poco a poco iba debilitándose. Pero la responsabilidad estaba en los representantes democráticos, dejar en manos de una persona vieja el peso de esa decisión, bueno él no era tan viejo, tenía 64 años, pero tras décadas de actividades que pocos aguantarían, llenos de estrés, aunque siempre muy activo, estaba ya muy cansado y la salud había empeorado. Los demócratas estaban conscientes de ello, pero lo ignoraron. Estaban acostumbrados a los años en el exilio, y bueno, eso es por parte un error de Beneš, que acerca de cosas cruciales siempre decidía él y nadie más”.

Las dos manifestaciones convocadas fueron las únicas señas de resistencia, junto con algunas otras iniciativas e incidentes, pero los partidos no comunistas no invitaron a los ciudadanos a protestar abiertamente y salir a las calles, durante las manifestaciones simplemente intentaban calmar los ánimos. Los comunistas estaban mejor preparados y una mezcla de ideología, populismo y argumentos inciertos como, por ejemplo, que los no comunistas querían perjudicar el Frente Nacional, símbolo de la nación unida y fuerte, les aseguró el éxito.

En la fase posterior empezaron además a tomar medidas antidemocráticas, cuando dieron armas a civiles, suprimieron manifestaciones pacíficas, ocuparon secretarías de partidos no comunistas y arrestaron a sus opositores. A Beneš tampoco le dejaron dar un discurso en la radiodifusión.

El Febrero Victorioso hoy

 A pesar de todo lo mencionado, los miembros del actual Partido Comunista de Chequia y Moravia (KSČM), heredero del legado del antiguo partido, del que nunca se distanciaron, siguen sosteniendo que la llegada de los comunistas al poder en el 48 se dio en un marco constitucional y que se trató de un cambio pacífico. Cada año celebran el Febrero Victorioso y colocan flores en la tumba de Klement Gottwald. El historiador Vít Smetana menciona algunos comentarios de dos diputadas comunistas.

“Los comunistas contemporáneos trivializan la toma de poder de igual manera que lo hacían antes del 89 y tienden pues a relativizar las represiones que vinieron después. Ya sea la camarada Semelová con sus proclamaciones sobre la trágica víctima Milada Horáková, que al fin y al cabo ‘confesó, entonces qué’, o Jitka Gruntová, que en el Parlamento proclamaba que las víctimas del régimen en realidad fueron víctimas de la Guerra Fría, no del régimen”.

En cuanto a la reflexión de los acontecimientos de febrero de 1948, el historiador Petr Blažek menciona que la sociedad checa debería prestar más atención a este tema de la historia no tan lejana.

“Al año 1948 tras la Revolución de Terciopelo no le fue dada la atención que sin duda se merece. Si miramos la producción de los historiadores, veremos que desproporcionadamente se editaron más libros con la temática del año 1968 o 1989. Creo que no hay argumento que valga para tal situación, porque lo que pasó en el año 48 significó un cambio notable, un cambio para más de 40 años”.

Siete décadas después del golpe de estado comunista, los acontecimientos del año 48 serán conmemorados en Chequia mediante actos de homenaje, exposiciones y conferencias organizadas por instituciones estatales u organizaciones como el Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios (ÚSTR), Post Bellum, la biblioteca de Václav Havel o el festival contra el totalitarismo Mene Tekel.

 

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